SECUESTRADORES DE PERROS







Luciana es una chica sensible, un par de hoyitos se le forman cuando sonríe, y sus ojos se iluminan.

Generalmente vamos al parque cuando ella vuelve del trabajo. Yo me quedo a construir esculturas con objetos que reciclamos juntos por las noches, cuando salimos a caminar, y que luego vendo a los turistas.

Luciana odia a su jefe, y tener que levantarse temprano, pero alguien tiene que mantener la casa, pagar el alquiler, y todas esas cosas de la vida cotidiana. Como toda chica moderna, quiere tener las cosas que tienen sus amigas, le importa mucho el "estatus", lo que piensan los demás, quizás este sea su mayor defecto.

Yo no digo nada, porque pienso que son cuestiones de la edad, ella tiene 23, yo diez años más, pero bueno, ella odia las cosas que tiene que hacer para conservar su estatus social.
La verdad es que me causa gracia verla en esos afanes por mantener su empleo en la oficina de aduanas, a pesar de tener un grado en arqueología y otro en filología, y de ser bastante culta.
Cosas de mujeres, me digo, y no trato de entenderlo.

A pesar de que la adoro, me pregunto, qué haríamos los dos metidos en la casa todo el día, mirándonos las caras, me aburriría, y ella mucho más, pues yo soy bastante huraño y ella bastante gregaria.

Me gusta estar solo durante el día, y a ella, rodeada de mucha gente. Solo por la noche estamos juntos, ella me cuenta todo lo que ha sucedido en el microcosmos de la oficina, siempre con la intención de que yo plasme en un cuento aquellas cosas que a ella le causan tanta gracia.
Siempre se representa como una especie de heroína en esas historias, y eso sí que me hace soltar la risotada y ella termina ofendida, luego la beso en la frente, y se le pasa, y vuelve a insistir sobre lo interesante de sus anécdotas.

Viviríamos bien si no fuera por sus “gustitos”, como comprarse ese absurdo traje fucsia de X mil dólares, solo por su capricho de niña mimada.

El asunto es que la han despedido, y llegó a casa llorando, más por el orgullo mancillado que por el perjuicio.
Estos últimos días ha estado mirando mucho la tv, y me parece que su pasión por la arqueología ha quedado enterrada en el tiempo.

METAMORFOSIS NATURAL




Estoy solo en la inmensidad,
lejos de los páramos de la cordura,
lejos de las carroñas sin sentido
con las que nos tienta la muerte.

Las rocas apiladas junto al río
son como cráneos secos de tanto pensar.
La soledad de los abismos,
magnetos de los que es imposible escapar.

El fango verde, la carnosidad de las piedras,
y las nubes grises,
son el abono de esta pena que me alegra.
¿Acaso alegría y tristeza
son dos viejas hermanas gemelas?

Ahora que la lluvia asoma
me contagia la melancolía del invierno.

-Incluso la libertad
aturde el equilibrio de las lágrimas-.


II.-

El manantial de vino
cae en cascadas desde el cielo lúgubre.
Cae sobre enormes y perezosas rocas
que toman el sol y el frío,
ante la corriente cana y crespa
de erosionados ríos.

Los últimos rayos del sol
pican como las abejas,
y olvidan su miel en el fondo de mis ojos.
El tiempo se nutrirá de ella
y me dejará los huesos secos y límpios,
como me dejó el olvido.

Es hora de volver a casa
y comprobar en el espejo
que no me he tornado
piedra, lluvia, río...



ESPIRALES EN LA NOCHE






¿Dios es sólo un cigarrillo
que fumamos para no morir de frío?

Demonio azul, libérame de este abismo
donde anida el esperma inútil del tiempo.

Prendo otro cigarro,
y la tortuga de la tortura
hace bien su trabajo.

El ron aguado me colocó en este estado.
descolocado.

Ebrio y tumbado en el parque,
se me trepan los versos
y me chupan la sangre.

Parques inmersos en la noche,
parques inmensos y grises del corazón.



ALGUIEN HA ESTADO FUMANDO





¿Qué llevan las mujeres en el bolso?
Qué rápido acabó el comercial.
Las damas pasean con sus chuchos inversos
en la noche de las cerillas.

Me encuentro un tanto preocupado:
no me alcanzará el ron.
¿Encontrarte otra vez entre la sombra de los vasos?
¿ocurrirá?

Aletea el pez espada del pensamiento:
es hora de trabajar.
Huele a gasolina en las puertas del infierno.

Me veo ebrio, haciéndote llorar con mi fracaso.
Los gatos del desamor maúllan atigrados
y gimen tras los conspicuos bigotes.

Moría por besarte
bajo el torbellino de nubes grises.
El grillo estereofónico no cesa en mi mente.

La flojera me embiste como una vaca obesa.
¿Qué haré sin tu cabello azabache
acariciando mi rostro?



FANTASMAS






Eres tan bonita
que hasta los fantasmas te persiguen.



Infectados



Lily se levantó la parte izquierda del bikini, mostrándole una preciosa tetita de pezón sonrosado. Alex no supo como reaccionar. Lily se cogió el seno con la mano izquierda y lo apartó del otro. Al descubrir aquella herida pululante de gusanos púrpuras, Alex dio un sobresalto y los ojos se le llenaron de horror.


I.- LA ALDEA


El día que Alex llegó a la aldea, una extraña niebla espesa y sucia cubría el valle; y mientras el camión descendía, la sensación de estar sumergiéndose en una pecera tóxica, se acrecentaba en él.


Cierto hedor sulfurante le quemaba las vías respiratorias, las manos se le cubrieron de sudor frío, y el cuerpo le temblaba sin poder evitarlo; aunque trataba de aparentar sosiego ante el profesor Arriaga, que lo había llevado consigo por considerarlo su mejor estudiante.


El amanecer le dio paso a una mañana plomiza y fría.


Los habitantes de aquel lugar andaban con expresión de peces enfermos: el pecho hundido, la espalda encorvada, los ojos acuosos, y la piel amarillenta y fláccida. Por un momento Alex quiso escapar de allí, marcharse en seguida.


Y sin embargo, hacia el medio día, la oscuridad cedió un poco y oyó algunos niños reír en la plaza. Oyó una voz deliciosa y femenina, se volvió a mirar, la chica jugaba puerilmente con un par de niños; su voz, medianamente grave, tenía la tonalidad cantarina de los lugareños. Le sorprendió lo bien formada que estaba.


Otros dos jóvenes, como él, también admiraban su belleza pero ella parecía no darse cuenta del deseo que causaba en los hombres. Jugaba con los niños como si ella misma fuese uno de ellos.


DIARIO DE UN ESCRITOR

(Fragmentos de mi diario 2013-2016)






*
Ya estoy de vuelta… otra vuelta de tuerca. Pienso que al final la única obra que escribiré a este paso va a ser este diario. Veo la muerte muy cerca. Un gato negro se me cruzó en el umbral. Ahora empiezo a sudar de un modo confuso...
Necesito calmarme y ponerme a escribir ahora que estoy seguro de que en esencia soy un escritor. ¿Pero, lo sería si no hubiese bajado al infierno un poco, como dice Calamaro?


*

Ha aparecido un juego, la ballena azul, que consiste en cortarse y la última prueba, suicidarse. Me pareció de lo más loco, ¿cuánta gente deprimida, que siente que no encaja existe en el mundo?, millones...
Me estoy volviendo loco, es verdad, sólo tengo que escribir, si no terminaré jugando yo también, lol... Van Gogh dijo: “hice lo mejor que pude, sé que nadie lo aceptará, solo yo”. Esa es la esencia del arte, al fin me di cuenta de ello, solo se trata de uno, uno mismo es su lector ideal…
*
Me he equivocado mucho en toda mi vida, y ahora estoy solo, hundido, bien hundido... me creía un genio, pero no, soy débil, débil como las alas de Dédalo, débil y frío, desmemoriado, la antítesis de Funes.
Se supone que no estoy mal, que volvería a empezar, aunque me ha cogido frío esta derrota grande. Encima me he estancado en “Parásitos”, a pesar de que lo tengo todo estructurado.
*
He colgado mis dibujos en la pared, y la guitarra también. A ver si así me inspiro, aunque solo obtengo ráfagas autodestructivas. Parece que no llegaré muy lejos, que finalmente la presión me socavará, que las letras ya están de luto, que el sol no sale por respeto a mi fresco cadáver, que las horas no corren por no hacer ruido, pero levitan como fantasmas…
*
El reconocimiento de las masas es falso, es una creación artificial que no tiene nada que ver con el valor real de la obra, las masas solo siguen modas...
Divagar… tal vez he llegado a la última fase, tal vez todo era cierto: he vivido mil vidas en tres décadas muy comprimidas... estoy super high... Tragaré saliva, y tomaré otro trago.

FUTURO






“Todo cuanto contemplas, aunque parezca estar fuera, está dentro, en tu imaginación, de la que esta vida finita es tan sólo una sombra.”
WILLIAM BLAKE


1

Evelyn Diamond despertó en una habitación extraña. Una pesadez en la cabeza, como si hubiese bebido la noche anterior, la tenía aturdida.

Un sensor se activó con sus movimientos, las mantas se recogieron, las persianas se plegaron y la luz solar ingresó. Una pantalla conducida por un brazo robótico se desplegó ante ella; el noticiero empezó un discurso monótono sobre la guerra en Oceanía, también dio información sobre mercados bursátiles y materias primas.

¿Qué era todo ello? ¿Dónde demonios estaba?

Al menos se encontraba más que cómoda en aquellas instalaciones, por lo que le pareció que no debía preocuparse. Un suculento desayuno apareció, haciendo gala de una avanzada tecnología.

Evelyn miró sus manos bonitas con cierto orgullo.

Pero, ¿dónde estaba Marlon?, ¿y su madre, con su obsesión por el orden? ¿Había ocurrido alguna especie de milagro y de repente había ascendido al cielo?

Aunque lejos de alas, nubes y aureolas, lo que veía era acabados de diseñador, tecnología de punta que combinaba muy bien con aquel estilo neoclásico.

La comida tenía cierto sabor químico aunque era agradable, las noticias las daba una dama de ojos rasgados con una voz robótica que invitaba al sueño: “El titanio bajo 35 puntos… el plutonio subió 12 puntos… Eurasia envió 3000 regimientos a Oceanía… 30 millones de soldados se debaten día y noche en un ambiente radioactivo… nuestro valeroso ejercito tomó uno de los principales hitos estratégicos para ganar la guerra…”

Debía de estar en un lugar altísimo, por los ventanales se veían otros edificios decapitados por las nubes. Distinguió ciertas actividades humanas en los edificios circundantes, aunque muy difusamente.

Al costado de la cama, un regulador con distintos lapsos de tiempo y un ostensible botón amarillo llamaron su atención.

¿Para qué servía aquel botón amarillo? ¿Un botón de pánico, tal vez? ¿Una alarma? Había indicaciones en chino, aunque Evelyn no entendía un ápice de aquellas figuritas enrevesadas.

Estaba claro que tenía que salir de la cama y averiguar dónde se encontraba, qué había sucedido. Estaba segura de que existía una explicación.

2
Las calles eran un conglomerado de edificios monstruosos; ventanales ahumados reflejaban otros edificios, creando un espejo infinito.

El sol calcinante la obligó a cruzar hacia la acera del frente; pero era tan fuerte el contraste de la luz, que Evelyn extendió la punta de su delicado piecito para comprobar si había piso, pues aquellas penumbras parecían ser las fauces de un enorme abismo.

Los establecimientos vacíos terminaron de confundirla. Tal vez, todo era un sueño… se pellizcó, y hasta se dio de cachetadas para despertar; pero el ardor le confirmó que aquello era real.

Lo que más le sorprendió fue la falta de vida en cualquiera de sus manifestaciones, no encontró un insecto, ni siquiera un árbol, musgo u hongo.

Era obvio que en aquella urbe vivían a mil por hora: los autos corrían violentos como si huyeran de un desastre nuclear, aunque iban hacia todas las direcciones en intrincadas autopistas.

El ritmo feroz de esta gente no le causó impresión alguna, pues conocía el temperamento del hombre moderno —corriendo siempre hacia cualquier lugar, con tal de mantenerse en movimiento.

Se tomó todo el tiempo del mundo para recorrer las calles y plazas.

La moda siempre había sido su debilidad, por lo que cuando llegó a aquella avenida saturada de tiendas, olvidó completamente que era ajena a aquel mundo y que debía concentrarse en investigar qué hacia allí.

Reflexionando en las nuevas posibilidades que se le abrían, y víctima de su ímpetu femenino, entró a curiosear en las galerías.

Dio unos grititos de placer ante los vestidos de corte futurista que encontró; la sedujeron los brillos robóticos y su soberbia elegancia.

Descubrió todo tipo de atuendos: chaquetas, bufandas, gafas de sol, zapatos, carteras, joyas… Era un sueño, el paraíso que había estado buscando desde que tenía uso de razón, y ahora casi se hincaba de rodillas, emocionada.

3
Los maniquíes parecían hechos de un material divino; no parecían maniquíes, sino ángeles, por decir lo menos. Eran seres con forma humana, pero su belleza perfecta los distinguía de inmediato, como una chica bella se distingue de un orangután.

Evelyn se quedó prendada de uno de estos maniquíes; mirando en la profundidad de sus ojos tuvo la sensación de que aquella gente vivía en un tiempo mucho más dilatado, como si ella fuera un ratón atrapado entre los laberintos inescrutables de una fracción de segundo, tiempo en el que podía hacer y deshacer a su gusto.

No le quedó claro, después de haber besado y acariciado el cuerpo de aquel ángel indefenso en su eternidad, si se trataba de un chico o de una chica, pues era “él” si uno lo pensaba así, y “ella” si uno pensaba lo contrario, ¡qué dilema!

Se rio consigo misma por sus excentricidades; salió del lugar luciendo un conjunto amarillo limón; y un adorable zapatito de piel de lagarto asomó por debajo del vestido, orlado con diamantes.

Evelyn era bonita por naturaleza, quizás un poco delgada, pero esto no era de gran importancia considerando que era apenas una quinceañera.

Un impulso la alentó a ir calle abajo, la tarde moría y era placentero caminar así, como envuelta en cenizas.

Su mente era una cuadriga de caballos blancos y negros. El zumbido de los autos se hizo más espeso en sus oídos. A su modo, ella también iba a toda velocidad en sus pensamientos, expectativas, temores y esperanzas. El tiempo empezó a desconfigurarse como una burbuja que se deforma, se ensancha y luego explota.

Y ahora, ¿qué se supone que haría?, los faros de la ciudad se encendieron, aunque ni falta hacía por la cantidad de anuncios de neón que fulguraban, era el colmo. Aunque también era de algún modo divertido ver aquel singular despliegue.

CONTINUARÁ…

CAMINO AL INFIERNO.-





En los campos donde los perros
Pastan la basura
Me encontré con Mickey Mouse,
Y todas sus bacterias.
Juntos decapitamos un tráiler
Y bailamos sobre el charco
De su sangre petrolífera.

Era todo un espectáculo ver aquel barril inmenso
Sin cabeza.
Chacchaban el metal las viles ratas
Haciendo cronckshes agudos,
Me sentí miserable entre tanta alimaña
Hui despavorido entre las luces
Entonces llegué a la antena de la matriz
Donde cruentos fetos, conectados a la máquina,
Me miraron destilando luces fosforescentes
Me aferré fuertemente a la petaca
Y pensé en el alma de mi allco,
Era el infierno realmente?
Aquel tintinear insípido de luces incoloras?

Seguí explorando, pues para eso había bajado.
Necesitaba más calor,
Nunca imaginé que el infierno real fuera tan frío.

Vi mucha adicción en los cementerios de pollos
Estaban de moda con su traje cobrizo y sus huesos crujientes.
Me exaltó el olor a cadáver con especias
Quise llorar, pero tuve antes que correr,
Correr muy lejos, porque el lobo que hay en mí,
Se estaba despertando, y eso solo significaba autodestrucción…

Corrí como un lama sobre el desierto,
Mi lado animal latía a toda marcha…
¿Había llegado hasta aquí para ser gobernado por mis demonios?
Imposible.
Mi espíritu irradiaba fuego, y tenía que aferrarme a él,
Para seguir vivo.

Una niña corría tras su perro.
Yo corría tras la luna, que diluía mi ron con sus lágrimas
Acuosas
Ella bebía, yo la miraba inmaculada
Había alguna salida, tras ese satélite dorado?

Después de las ganas de mearlo todo
Sentí el fármaco inmune,
Empecé a toser,
A expectorar el vino entre coágulos de sangre.
Quise volver arriba, pero una fuerza impúdica me lo impedía.

Vi mujeres hermosas con colas felinas,
En sus ojos pude verme atrapado como una inocua mosca.
Rugí como el león que soy
Y ese sonido armonizó mis mitocondrias,
Que clamaban por un poco de luz,
Pero estaba en esta expedición al infierno
Tenía que cambiar mi hedonismo por un traje de hierro.

Inmensos demonios, de más de diez metros
Vinieron a inspeccionar mis documentos
Saqué la petaca y todo les pareció muy bien.

Terrones de sangre se mezclaban con el café
Y una vez más quise quedarme
En las pantallas relampagueaban chicas y chicos
Atléticos, demostrando destrezas...

Yo solo era un ratón incrédulo
Ateo, adscrito al sistema
La bebida relampagueó en mi garganta
Y recordé a qué había venido…

Hermosa Entre Las Lápidas.-




Entre los cristales,
entre las sombras,
entre los días nublados
-donde uno no es uno-
entré en la oscuridad.

Me vi como en un sueño contigo,
un sueño alucinante,
de vidrios coloridos,
Entre charcos de cerveza,
en medio de manipuladas masas,
enlazado a tu cintura.

Atavismos Circulares.-





Le gustaba estar entre los muertos,
la primera vez me llevó al cementerio.
-"Acaso no mueren los fantasmas?"

La sonrisa del Inca petrificado
me dejó sin espacio-tiempo
-Se parecía tanto a mí...-

-"Time is like a dream",
cantaba la Galas.
Y yo en las alturas carente de oxígeno.

En aquella ilusión fumé demasiado.
¿Dónde rayos está el sol estos días siniestros?

*
-¿No tienes miedo de que se te peguen las alimañas?-
le pregunté.
(Ella tenía una amiga:
una anciana demasiado vieja para ser anciana,
olía a demonios y mataba las larvas de su gabardina,
cada tantos minutos).

-Más peligrosas son tus ideas-
me dijo como si le hablara a alguien detrás de mis ojos.

Quedé convencido de que era difícil ser yo,
¡Aunque estaba claro que mucho más difícil era ella!


ELLA


Incluso ahora que miro el pequeño pueblo tras los ventanales de mi cabaña desde lo alto de la colina, y oigo el rumor lejano de las calles (un ladrido agudo y lastimero, una moto que taladra la noche, un televisor en el que alguien habla con voz grave e ininteligible), incluso ahora, ella está aquí, conmigo.

Sé que durante muchos meses desde que llegué a este pequeño pueblo entre las montañas, me quejé de soledad, y hubiera dado cualquier cosa por la calidez del abrazo de un amigo, o mejor aún, por la ternura de alguna mujercita que me consuele en su pecho y me encandile con su coquetería y femineidad... Pero la compañía que estas últimas semanas he tenido, es la peor que cualquiera (hasta el ser más vil y abyecto), desearía tener.

Todo empezó hace seis semanas: a veces, después de terminar mi trabajo de traductor y quedarme hasta altas horas de la noche en el escritorio (saturado de café), al meterme en la cama, cuando me quedaba a oscuras, sentía que alguien posaba una mano sobre mi manta, pero yo no tenía miedo.

Incluso alguna vez (pues sucedió muchas veces), llegué a sentir su cabello sobre mi rostro. Cuando me volvía, obviamente no había nadie, pero percibía sombras con el rabillo del ojo.

Poco a poco, la presencia se fue haciendo más constante, aunque, como les digo, solo veía sombras.

*

Hace dos semanas… (tengo el escritorio frente a la ventana, con una maravillosa vista a las montañas nevadas y al pueblito abajo, en el valle; a mí costado derecho, una pequeña salita, a donde solo llega el débil resplandor de la lámpara sobre el escritorio, que es la única luz que mantengo encendida cuando trabajo); hace dos semanas, me encontraba distraído en el escritorio, mirando a través de las amplias ventanas el titilar lejano de las lucecitas del pueblo, semejantes a esas pequeñas partículas que, por el microscopio, uno ve rondando por las células; el conjunto era semejante a un cerebro vivo, destapado por científicos ávidos de estudiarlo... fue entonces cuando la vi, allí, arrimada como un bulto en la esquina superior de la sala, sobre el mueble.



Es una mujer decrépita; los cabellos grises, largos y greñudos, le cubren el rostro que nunca levanta; camina renqueando, arrastrando los cabellos y sus trapos, para seguirme. Mantiene su distancia (unos seis pasos), nunca habla ni me mira. Es un cadáver horripilante… aunque no me da miedo, en realidad.

Se lo conté la mañana siguiente a la señora de la tienda, cuando bajé al pueblo. Me dijo, no sin cierta reticencia, que en mi cabaña vivió, en tiempos de su abuela, una mujer que los pueblerinos quemaron acusándola de bruja. Me aconsejó que lleve al cura para hacer una misa en la casa, que eche agua bendita, y “saumerie” todos los rincones.

Hacer todo esto me daba apatía, y pensé que mientras la muerta no me incomode demasiado, no me importaba mucho...

EPÍLOGO

He empezado a enloquecer…

Hace un par de días que no la veo, ni siento su presencia, y esto ha empezado a inquietarme… Sé que es una locura, pero uno termina acostumbrándose a todo… incluso a una compañera tan siniestra…

...Y ahora que se ha ido, empiezo a sentir nuevamente el filo de la soledad, el vacío existencial, la sensación de que nada tiene sentido, y pienso y pienso en esto todo el tiempo... y es como si alguien, desde el fondo de un gran y oscuro abismo, pronunciase mi nombre.

*FIN*
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